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Los presidentes también juegan

La política siempre hace del fútbol una cuestión de Estado. Convierte a la Selección Nacional en una especie de Ministerio desde el cual hacer populismo o simplemente desviar la atención: circo y pan a granel. Sobre todo en medio de una clasificación a un Mundial. Desde Leguía hasta Kuczynski, curiosamente dos apellidos protagónicos ante la posibilidad del indulto humanitario a Fujimori. Si los gobiernos militares de Velasco y Morales Bermúdez aprovecharon el capital político de llegar a una Copa del Mundo, Belaúnde en 1981 y ahora el actual presidente del Perú entendieron que el festejo de un pueblo futbolero es anestesia pura.

Apenas seis horas antes del triunfo 2-0 sobre Nueva Zelanda, con la atención de millones puesta en el partido que decidiría la clasificación al Mundial de Rusia 2018, Pedro Pablo Kuczynski decidió dar un Mensaje a la Nación. No se trató de un discurso de aliento a los jugadores, ni un llamado a la unidad ante la inminencia de una celebración nacional. El Presidente del Perú decidió hablarle por dos minutos y medio al pueblo peruano para desmentir un trascendido periodístico. Sí, la máxima autoridad del país eligió el día más futbolero de los últimas décadas para defenderse de una devastadora imputación: haber recibido dinero de la megamafiosa Odebrecht.

En la víspera, el portal IDL-Reporteros, y los diarios El Comercio y La República, revelaron nuevos detalles del interrogatorio de los fiscales peruanos a Marcelo Odebrecht en Curitiba, Brasil. El exCEO de la constructora no solo confirmó el pago adicional de 500 mil dólares para la campaña de Keiko Fujimori y que AG eran las iniciales del expresidente Alan García, sino que, además, reveló que Kuczynski también habría recibido aportes para su campaña electoral de 2016 y que previamente fue contratado como consultor de la empresa. Desde su cargo de ministro de Economía (2001-2002) y presidente del Consejo Directivo de Proinversión (2004-2005), Kuczynski se había “opuesto a la construcción de la carretera Interoceánica”, y por eso Odebrecht decidió contratarlo para “curar heridas”. El pago, según la delación del empresario, habría salido de la “Caja 2”, designada para las coimas, aunque en este caso para evitar el pago de impuestos.

La revelación, además de erosionar aún más la alicaída credibilidad del Presidente (27% de aprobación, según el sondeo de octubre de IPSOS Perú), trae de vuelta uno de los escenarios previstos por la oposición fujimorista: la vacancia presidencial por incapacidad moral. Si se corrobora que Kuczynski le mintió al Congreso de la República, como parte de una declaración oficial, el Pleno podría destituirlo con 87 votos de los 130 congresistas.

“PPK no quiso asistir a la Comisión Lava Jato pero mandó un documento por escrito donde dice claramente que no trabajó nunca, ni profesional ni comercialmente, para ninguna constructora brasileña ni consorciadas peruanas. Uno de los dos (Odebrecht o PPK) miente y esto sí es delito”, explicó la periodista Rosa María Palacios.

Pero el panorama es mucho más complejo. Agravada la situación de Keiko Fujimori, quien insiste en negar los presuntos aportes de campaña filtrados por la prensa, la mayoría fujimorista en el Parlamento ha acabado encerrada en su propio juego. Gustavo Gorriti, director de IDL Reporteros, cree que el Presidente sufrirá “un deterioro de su posición personal, de su credibilidad”, aunque, en términos generales, es la clase política peruana la que queda jaqueada.

“Si ellos [oposición fujimorista y aprista] piden la vacancia por incapacidad moral, ellos van a tener que autovacarse también, porque es esencialmente lo mismo. Van a buscar —ese es el viejo recurso de corruptos en el Perú— distraer la atención básicamente con el ‘lorna’ de turno, lanzarlo a la hoguera y mientras ellos danzan alrededor de la hoguera, esperando que no se note su presencia”.

Una grave crisis política se avecina. Las posibles consecuencias de la confesión detallada de Jorge Barata, señalado por Odebrecht como el conocedor de todos los pagos a Kuczynski, Fujimori y García, serían devastadoras. Las miserias de la vida política, sin embargo, encontraron circunstancialmente en el fútbol una forma de apaciguar los ánimos y ganar tiempo. La clasificación a Rusia 2018 acabó siendo una válvula de óxigeno para el Presidente de la República, quien decidió homenajear a la Selección peruana y a su técnico, Ricardo Gareca, en Palacio de Gobierno. En la agenda nacional, con feriado y fin de semana celebratorio, solo cabía espacio para el fútbol.

“Hemos estado en medio de la vorágine mundialista y la noticia ha estado un poco opacada. El presidente salió a dar un mensaje a la nación horas antes del encuentro con Nueva Zelanda, por lo cual pasó un poco bajo el radar”, dijo el analista José Carlos Requena a la agencia Sputnik.

Pero no es la primera vez que el fútbol funciona de oportuno distractivo para Kuczynski. Solo un mes antes, en medio de los empates ante Argentina (0-0) y Colombia (1-1), por la última jornada doble de las Eliminatorias sudamericanas, saltaron las alarmas de un posible indulto humanitario a Alberto Fujimori. Después del nombramiento de Enrique Mendoza, como nuevo ministro de Justicia, los cambios de funcionarios al interior de la Comisión de Gracias Presidenciales —encargada de emitir un informe vinculante sobre el pedido— y una serie de declaraciones ambivalentes desde el gobierno, el terreno parecía preparado para la salida de la cárcel del exmandatario sentenciado a prisión por los crímenes de La Cantura, Barrios Altos, el pago irregular de la CTS a Vladimiro Montesinos, la entrega de sobornos a congresistas tránsfugas, entre otros delitos.

“Nosotros seguimos con mucho cuidado la salud de la gente interna de edad que sean el señor Alberto Fujimori u otros. Tenemos que tener cuidado. Yo no quiero un nuevo Leguía”, dijo Kuczynski a RPP, en una declaración que intentó equiparar la situación de ambos presidentes: uno, preso en el Panóptico de Lima en 1930, sin juicio, primero, y juzgado luego por un tribunal ad hoc inconstitucional (el Tribunal de Sanción Nacional) sin las mínimas reglas procesales, que lo confinó a una celda sin ventana, de nueve metros cuadrados, hasta su muerte por una bronconeumonía. El otro, recluido, tras un juicio público y con todas las garantías jurídicas, en un espacio en la DIROES especialmente acondicionado con cinco ambientes, visitas ilimitadas y cuidados médicos.

La editorial de La República del pasado 8 de octubre aclaró el dislate:

“PPK olvida que Fujimori fugó del país y que se sustrajo a la acción de la justicia amparado en su doble nacionalidad; que solo pudo ser extraditado luego que, en un intento avieso de retomar el poder, viajó a Chile y ahí capturado en mérito a una orden de búsqueda internacional, formal y legal. Chile le negó el asilo y lo extraditó al Perú luego de un complejo y transparente proceso en el que Fujimori contó con una envidiable defensa, y lo entregó al Perú inicialmente solo por seis delitos de los trece solicitados en el cuadernillo de extradición. (…) PPK debe darse cuenta que no es Sánchez Cerro, que Fujimori no es Leguía, que vivimos en democracia, y que requiere con urgencia consultar con abogados e historiadores para evitar estas groseras comparaciones”.

Kuczynski en una de sus visitas a la Selección peruana. TWITTER @PPKAMIGO

Las palabras de Kuczynski, fuera de ser apenas una metedura de pata, atizaron, de vuelta, los rumores de un posible indulto. Según David Rivera, exdirector de la Revista Poder y exasesor de la Presidencia del Consejo de Ministros hasta hace unos meses, existiría una facción al interior del gobierno que ha convencido al Presidente, primero, “de que un pacto con el fujimorismo era posible”, luego, “de que un posible indulto permitiría romper a la bancada mayoritaria y al gobierno ganar terreno político”, y en paralelo, “que la posibilidad de que Fujimori muriese en la cárcel era un gran riesgo para el Ejecutivo, que no debía arriesgarse a tener que lidiar con otro «Leguía»”.

En las horas previas al partido con Colombia, los colectivos antifujimoristas y los deudos de las víctimas de Barrios Altos y La Cantuta se mostraron alertas. Sobre todo porque en la víspera, el ministro de Defensa, Jorge Nieto, había admitido que no podía “estar en contra de un indulto humanitario”, al ser consultado sobre la situación de Fujimori. Sin la clasificación al Mundial, sin embargo, el pronóstico de liberación, rechazado por líderes políticos como Verónica Mendoza, Julio Guzmán y representantes de Derechos Humanos, no se pudo cumplir. Al menos, por ahora.

Fútbol presidencial

Pero el símil con Augusto B. Leguía también demuestra que el fútbol ha sido siempre el grueso telón de fondo que en ocasiones se convierte en una oportuna cortina color humo. Durante su Oncenio (1919-1930), como explica Jaime Pulgar Vidal en su tesis de maestría, el dictador dio énfasis a la construcción de infraestructura deportiva, buscando enaltecer su propia figura durante cada una de las inauguraciones, y se mostró “como un seguidor de aquella idea que impulsaba el desarrollo espontáneo de los deportes, en oposición a aquel que se desarrollaba desde las escuelas”.

Años antes del Mundial de Uruguay 1930, al que Perú asistió por invitación, Leguía mostró tener una cercana relación con el fútbol. Pulgar Vidal explica que sus vínculos con el fútbol se expresaron, en la mayoría de los casos, con apoyos a la Selección Nncional y, en algunos casos, con sutiles favores a alguno de los clubes a través de la Municipalidad de Lima. La construcción del Estadio Nacional en 1923, a partir de la donación de la colonia británica, y su rol protagónico en la organización del Campeonato Sudamericano de 1927 —que permitió el primer partido internacional de la Selección peruana—, dan cuenta de su fuerte interés por impulsar una disciplina que dejaba de estar en manos de las élites. Leguía, de algún modo, empezaba a entender el poder del fútbol.

“El presidente Leguía, quien había llegado al poder mediante un golpe de estado, buscaba sin duda asociar su régimen con lo moderno y lo extranjero que se asociaba con la práctica del deporte en esa época, pero también se servía del fútbol para tratar de negociar precisamente estas tensiones entre nacionalismo y cosmopolitismo, al mismo tiempo que lo usaba como elemento en la formación de un estado-nación que fuera más allá de la oligarquía criolla. Una parte importante de este proceso fue la formación de la Selección nacional, también bajo el régimen de Leguía, que representó al país por primera vez en el antes mencionado Campeonato Sudamericano de 1927”, explica David Wood en su artículo académico Golazo del Perú: de élites y fútbol.

El régimen populista de Leguía consolidó el papel del fútbol como deporte oficial del Estado, dándole visibilidad a las clases populares en medio de una década, la de los años veinte, que vio engrosar el endeudamiento externo del Perú en ocho veces su valor: de dos millones y medio de libras peruanas en 1919 a 22.1 millones a fines de 1929, según el invetigador Gianfranco Bardella, citado por César Vásquez Bazán

El equipo peruano en el Mundial de Uruguay 1930. GETTY IMAGES

El pico de corrupción durante el Oncenio coincidió con la Gran Depresión, producida en Estados Unidos, que se inició el jueves 24 de octubre de 1929, con el desplome de la Bolsa de Nueva York. Pulgar Vidal apunta que el Crack de 1929 golpeó al gobierno de Leguía y también a diversas instituciones nacionales, como la Federación. En un último esfuerzo, el Comité Nacional de Deportes se hizo cargo del dinero faltante para el viaje de Perú al Mundial de 1930.

Pocas semanas después de la participación de Perú en Montevideo, Uruguay, Leguía sería apresado por el golpista Luis Sánchez Cerro, un militar piurano que acabaría gobernando hasta su asesinato en 1933. Así, en el año del primer Mundial de fútbol con una Selección peruana entre sus participantes, el “Gigante del Pacífico”, el “Viracocha de la Patria Nueva”, el “Júpiter Presidente”, el “único hombre capaz de salvar al Perú”, como lo llamaban sus aduladores, iniciaría su caída.

Botas y pelotas

Cuarenta años después, otro gobierno dictatorial se mezclaría con una clasificación de la Selección peruana al Mundial. Juan Velasco Alvarado, al frente del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas del Perú, de tendencia nacionalista y estatista, llevaba dos años en el poder tras derrocar al régimen democrático de Fernando Belaúnde, elegido en 1968.

En agosto de 1969, días previos al empate 2-2 ante Argentina en La Bombonera, la controvertida Reforma Agraria (Ley N° 17716), contemplada en el «Plan Inca», llevaba apenas dos meses de aprobada, y la nacionalización de los yacimientos petrolíferos de la Brea y Pariñas en Talara, que había estado en poder de la International Petroleum Company, cumplía un año. En medio de este escenario, como explica el historiador Ernesto Moreno Ampuero, “el gobierno se apoyó en el fútbol para generar adeptos al reciente régimen, acallar o neutralizar críticas de la oposición y legitimar la dictadura ante la población”.

Velasco Alvarado, líder del Gobierno Revolucionario. REVISTA LIFE

Resulta significativa la participación de Velasco Alvarado tras la victoria sobre Bolivia por 3-0 en Lima, como parte de las Eliminatorias al Mundial de México 1970, previa al duelo ante Argentina en Buenos Aires. La Selección peruana venía de caer 2-1 en La Paz luego de la controversial actuación del árbitro yugoslavo-venezolano Sergio Chechelev. Moreno Ampuero lo cuenta así:

“Aquella recordada tarde del domingo 17 de agosto nuestro himno nacional fue fervorosamente coreado por las cerca de 50 mil almas que retumbaron el recinto deportivo. Seguidamente el Presidente de la República, Juan Velasco Alvarado, rompió todos los precedentes en los anales del fútbol peruano y bajó desde la tribuna oficial para entrar al campo de juego, estrechar la mano y abrazar a cada uno de los jugadores de la blanquirroja; mientras el público enloquecido de las cuatro tribunas incansablemente ovacionaba el gesto populista. Velasco sorpresivamente hizo lo mismo con el árbitro del partido y los integrantes de la selección altiplánica. Después del saludo dio una vuelta olímpica por la pista atlética del Estadio Nacional acompañado del Ministro de Educación, General Alfredo Arrisueño, del Ministro del Interior, General Armando Artola, y del Presidente del Comité Nacional de Deportes, Dr. JavierAramburú Menchaca; por su parte el público seguía jubiloso y caluroso con la ovación. La tribuna de honor y la preferencial —siempre símbolo de la flor y nata de la oligarquía— no se quedó atrás y también aplaudió fervorosamente, aunque parezca mentira, mientras el Presidente declaraba: “Arriba Perú. Saludo a la afición peruana que en este momento grande vibra con el deporte. Creo que el deporte ha tenido la virtud de acrecentar el nacionalismo en el Perú. Ese nacionalismo tiene olor a petróleo y Reforma Agraria”.

Según el historiador, se trató quizás de la única vez que un presidente peruano recibió semejante aceptación popular en un recinto deportivo. Esta respuesta se explicaría por la creencia de que Velasco Alvarado encarnaba el ideal de progreso y cambio que el primer gobierno belaundista no logró por diversos factores políticos. El presidente de facto vio, entonces, en el fútbol la chance de legitimar su régimen y seguir adelante con el plan de nacionalizaciones. “Conforme a sus intereses populistas, [el fútbol] aumentaba el ferviente nacionalismo en la población”, indica.

La posterior clasificación, lograda en Buenos Aires el 31 de agosto, daría paso a un ambiente de efervescencia nacionalista que no sería desaprovechada por Velasco Alvarado. La hazaña deportiva de Héctor Chumpitaz, Teófilo Cubillas, Alberto Gallardo, ‘Perico’ León y el resto de la Selección peruana permitió la actuación estelar del régimen militar. Las celebraciones, formada por caravanas y multidudes festivas, se extendieron hasta la madrugada del lunes 1 de septiembre.

Según relata el historiador Juan Luis Orrego Penagos, cientos de personas “asaltaron” de manera espontánea la residencia del general Velasco Alvarado en la urbanización Aurora de Miraflores. Ante la presencia de la multitud, el presidente brindó un improvisado discurso con vivas y brazos en alto. “Esta espontánea y apoteósica demostración es digno ejemplo para muchos chicos. El Perú está vibrando desde la capital a las fronteras. Ahora estamos formando un verdadero impacto, de un Perú digno y soberano, todo es posible obtener y esos once corazones peruanos han obtenido un triunfo fuera de nuestras fronteras y los seguiremos obteniendo. Y, dentro de poco, vamos a obtener triunfos significativos”. La muchedumbre celebró sus palabras con una ovación.

La clasificación al Mundial de México 1970 desató una verdadera fiesta nacional. DIARIO EL COMERCIO

Dos días después, el martes 2 de septiembre, la delegación peruana arribó a Lima en vuelo de APSA (la desaparecida “Aerolíneas Peruanas”), y se dirigió, en autos descapotables y en medio de una caravana, a Palacio de Gobierno para recibir el saludo del Presidente de la República. Se calcula que unas 250 mil personas fueron partícipes de este paseo triunfal de los mundialistas. Velasco Alvarado, acompañado por su gabinete, recibió a los jugadores del plantel, y juntos aparecieron en el balcón principal de Palacio de Gobierno cuando los relojes marcaban las 00.57. Luego de entonarse el Himno Nacional, el líder de la revolución dio este discurso:

“Peruanos, ellos sabían que tenían un deber sagrado que cumplir, y lo cumplieron en los campos de Buenos Aires como verdaderos peruanos. En estos momentos la emoción que todos sentimos no es otra cosa que el renacer de un nuevo Perú. Este triunfo es motivo de orgullo nacional. Nuestros jugadores tuvieron coraje y fe en su capacidad deportiva. Supieron sentir la emoción de ser peruanos. Nuestro seleccionado triunfó porque los alienta la confianza de su pueblo que siente el orgullo de haber conquistado la dignidad nacional”.

Como concluye Carlos Aguirre, en su artículo «Perú Campeón»: fiebre futbolística y nacionalismo en 1970:

“El gobierno militar trató de utilizar el fútbol para consolidar su proyecto nacionalista-reformista, tal como lo haría con otras expresiones culturales como la danza, la música o los símbolos históricos, y tal como lo han hecho otros gobiernos populistas y nacionalistas en América Latina. Cuando los éxitos se sucedían, el gobierno militar se subía a la marea futbolera —a través de discursos, condecoraciones, mensajes de felicitación, fotografías, invitaciones—, para tratar de capitalizarse políticamente gracias a la popularidad del deporte.”

El supuesto «nuevo futbolista peruano» y el «nuevo hombre peruano» a partir de las reformas militares —nacionalización del petróleo, reforma agraria, redistribución del ingreso, reivindicación del mundo rural e indígena, lucha contra el imperialismo, etcétera— pasaron a ser parte de un mismo relato construido desde el régimen de turno:

“Los futbolistas se convirtieron en héroes colectivos y símbolos de lo mejor que tenía el país. Incluso, quienes no eran necesariamente simpatizantes del gobierno pero intuían que la mayoría de peruanos compartían la fiebre nacionalista, no dudaron en sugerir, a veces explícitamente y a veces en un tono más velado, una sintonía entre los éxitos deportivos y los éxitos del gobierno en la forja de un nuevo Perú.”

Ocho años después el escenario sería muy distinto para Francisco Morales Bermúdez. El Presidente de facto, que asumió el poder en 1975 luego de encabezar un golpe de estado contra Velasco Alvarado —autoproclamándose Jefe de Estado en la “Segunda fase” del Proceso Revolucionario de las Fuerzas Armadas—, no logró que la clasificación a Argentina 1978 aquietara las protestas sociales a causa de la crisis económica que golpeaba a la población.

Solo así se explica la motivación de Morales Bermúdez por bajar a la cancha del Estadio Nacional para celebrar la victoria 2-0 sobre Chile por las Eliminatorias. La escena, registrada durante la transmisión de Panamericana Televisión, se recuerda una y otra vez, a propósito de cada nueva edición del Clásico del Pacífico, pero con un dato errado: se asegura que la celebración correspondía a la clasificación mundialista. En realidad, el triunfo permitió que la Selección peruana, dirigida por Marcos Calderón, avanzará a un triangular para definir a los dos clasificados al Mundial. Aquel partido del 26 de marzo de 1977 sigue siendo recordado por el patriótico gesto de Morales Bermúdez y el capitán Julio Meléndez, quienes juntos entonaron a capella el himno nacional. El presidente de facto se colocó la sudorosa camiseta del defensor, según testigos, con unas copas de más, mientras la tribuna empezó a cantar el “Perú campeón”.

Morales Bermúdez canta el himno al lado de Julio Meléndez, capitán de la Rojiblanca. REPRODUCCIÓN

El diario Perú21 recordó hace unos años detalles de aquella noche: “La hinchada comenzó a gritar: “¡Sin toque de queda, sin toque de queda!”. El clamor fue escuchado por el presidente Morales Bermúdez, quien dejó sin efecto por esa noche dicha medida para que todo el Perú celebre”.

Años después se sabría, por el testimonio del periodista chileno Luis Urrutia, publicado en el diario La Tercera, que durante aquel partido en el Estadio Nacional de Lima el Servicio de Inteligencia del Ejército de Chile coordinó que la Fuerza Aérea de Chile (FACh) realizara un vuelo nocturno de Antofagasta a Arequipa para espiar la base aérea de La Joya. Hawker Hunters chilenos sobrevolaron el espacio aéreo peruano y consiguieron recabar información valiosa para la actualización de la aerofotogrametría de la base aérea camuflada en medio del desierto arequipeño. El dictador Augusto Pinochet habría tramado el plan secreto.

Cuatro meses después, la Selección peruana selló su clasificación a Argentina 1978, tras golear 5-0 a Bolivia en Cali el 17 de julio de 1977, pero la crisis social estalló a los dos días. El paro nacional convocado por la Central General de Trabajadores del Perú (CGTP) al que se plegaron los principales gremios sindicales, colectivos universitarios y buena parte de la sociedad civil, reclamaba el aumento general de los salarios. El repudio al régimen militar se vio reflejado en un escenario inédito por aquellos años: la capital quedó paralizada durante 24 horas. Si bien desde el gobierno se respondió con un decreto que autorizaba a las empresas al despido de trabajadores partícipes en el paro, a los pocos días Morales Bermúdez acabó dando un paso atrás.

“El 28 de julio Morales Bermúdez leyó su discurso de fiestas patrias para anunciar que el estado de emergencia (que ya era casi un fantasma) se levantaba, se convocaba a una Asamblea Constituyente y elecciones para el año 1980. El paro nacional había cambiado el curso de la historia”, escribió el periodista Raúl Wiener.

En medio de la incertidumbre, ni el fútbol fue capaz de apaciguar los ánimos. Por el contrario, acabó envileciéndose a causa de la política. El mayor escándalo de la historia de la Selección peruana así lo prueba: el nefasto 6-0 que permitió que Argentina clasificara a la final del Mundial de 1978. Los indicios y testimonios apuntan a presiones, pago de sobornos y a un supuesto arreglo con el gobierno militar de Jorge Rafael Videla. La historia ha sido largamente documentada, e incluso generó que el propio Morales Bermúdez se pronunciara en 2014: “Ahí ha habido muchas cosas subalternas. No santas. Que dieron lugar a eso. No fue estrictamente futbolístico. Videla los amedrentó. Algo pasó y parece que corrió un poco de dinero. Todo hace pensar que fue así”.

El antecedente democrático

Sin llegar a apelar a la demagogia de los gobiernos militares, Fernando Belaúnde también asumió un papel visible en medio de una clasificación mundialista. Durante la campaña de la Selección peruana a España 1982, el presidente del regreso a la democracia hizo público su apoyo al equipo capitaneado por Héctor Chumpitaz. No solo con visitas a la concentración en el hotel Country Club de San Isidro —muy al actual estilo de Kuczynski—, sino también con homenajes, como el que brindó a los jugadores tras el histórico Centenariazo en Montevideo sobre Uruguay por 2-1.

La Selección peruana que logró el pase a España 1982 durante el gobierno de Belaúnde. GETTY IMAGES

Las fotografías de aquella visita oficial a Palacio de Gobierno pueden revisarse en el repositorio institucional de la Universidad San Ignacio de Loyola. Por aquellos días, el buen momento de la Selección peruana, encabezada por el brasileño Tim, contrastaba con los vaivenes políticos del gobierno de Belaúnde. Como apunta la web De Chalaca, una caricatura, difundida en la revista de sátira política, Monos y Monadas, retrataba el sentir de la época: la viñeta muestra al presidente preguntándole a ‘Chumpi’ si llegaba al 82. “Yo sí, ¿y usted, Presidente”, respondía el capitán.

“Eran tiempos felices en el fútbol, pero convulsionados en el país: a una prolongada huelga médica, se sumaba el avance de Sendero Luminoso en Ayacucho y el fantasma de un nuevo golpe militar flotaba como rumor en el ambiente.”

Incluso, el 6 de stiembre de 1981, el mismo día del decisivo partido ante Uruguay en Lima, que acabaría con la clasificación a España 1982, un atentado terrorista se produjo a pocas cuadras del Estadio Nacional. Según documentó DESCO, en el compendio Violencia política 1980-1988 (1989), “una fuerte carga de dinamita estalla en el local central de Acción Popular”, ubicado en Paseo Colón en el Centro de Lima. En Ayacucho e Ilo también se producen otros dos atentados.

“El primero afecta el domicilio del Rector de la Universidad San Cristóbal de Huamanga. El segundo vuela cuatro torres de alta tensión que abastecen de energía eléctrica a los yacimientos de Toquepala y Cuajone, asi como a la ciudad de Moquegua”.

Una semana después, el diario El Comercio informaría que en los últimos trece meses se habían registrado 750 atentados y otros 350 actos calificados como “terrorismo blanco”: izamiento de banderas comunistas, robos de explosivos y armamentos, asaltos a emisoras y propiedades rurales urbanas, así como distribución de volantes y llamadas telefónicas anónimas para crear pánico. “Según las versiones de la Guardia Civil, casi todos los atentados son atribuidos a Sendero Luminoso”, reseñó DESCO. Pero ni el creciente temor provocado por el grupo terrorista evitó que Belaúnde organizara una ceremonia para recibir de manos del Ministro de Educación, José Andrés Benavides Muñoz, la camiseta del capitán Héctor Chumpitaz.

Capricho del destino o no, aquel día, en el Salón dorado de Palacio de Gobierno, se encontraba Pedro Pablo Kuczynski, por entonces ministro de Energía y Minas, con 42 años y menos barriga. Al año siguiente, la Selección peruana se despediría del Mundial, después de una decepcionante actuación, y al poco tiempo PPK dejaría el gobierno cuestionado por la Ley Nº 23231, denominada Ley Kuczynski, que exoneró del pago de impuestos por más de 500 millones de dólares a las petroleras extranjeras. Una vez reemplazado, decidió abandonar el país por las amenazas de Sendero Luminoso. Poco o nada se sabría de él en las siguientes décadas.

Treinta y cinco años después, sin embargo, la política y el fútbol lo vuelven a colocar en un escenario en el que se funden celebración, crisis y sospecha.♦

Artículos consultados:

Jaime Pulgar Vidal (2016). Selección nacional de “fulbo” 1911-1939 : fútbol, política y nación
David Wood (2009). Golazo del Perú: de élites y fútbol 
César Vásquez Bazán (2012). Deuda externa y corrupción en el oncenio de Leguía
Ernesto Moreno Ampuero (2014). Fútbol y Política: «Entre balconazos y vueltas olímpicas. Velasco Alvarado y Morales Bermúdez en las Eliminatorias a México 1970 y Argentina 1978»
Juan Luis Orrego Penagos (2008). Perú rumbo a México 70: recuerdos de una clasificación
Carlos Aguirre (2013). «Perú Campeón»: fiebre futbolística y nacionalismo en 1970
DESCO (1989). Violencia política en el Perú 1980-1988

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